En este trabajo fundamentalmente pictórico, el autor nos devuelve a sus épocas anteriores al proyecto “Nocturno” más marcadamente figurativo, si bien la paleta ha quedado marcada por esos tonos menos saturados. Figuración y abstracción vuelven a conjugarse para acoplarse al mensaje, la acumulación de capas cada vez más numerosas parece responder a una intensa acumulación, construyendo trampas retinianas, que nos acercan y nos alejan de la realidad. Las imágenes que vemos nacen de lo cotidiano y se aprovechan de soportes tecnológicos como pueden ser TV, Internet, revistas y sobre todo de la prensa que ha ido acumulando durante años para transformarlos según sus ideas. También de fotografías y de esculturas que hurgan en los mismos planteamientos. Y aunque estos provienen de una visión de la realidad cercana, Josué Pena pinta sus circunstancias vitales, espirituales y sociales a través de lo que es especifico de la pintura, sus recursos, posibilidades, color, forma, densidad de la materia; todo ello barnizado con un cierto tono irónico. Quizás todos padezcamos en esta sociedad un poco de patología de Diógenes